miércoles, 11 de junio de 2008

Cuento de Ana y Simón


En la penumbra de aquella noche de verano, juntos llegaron hasta la acogedora habitación, Él tan sereno como siempre. Ella tan conversadora como siempre.
Ambos bailando sin baile, en la oscuridad de aquella habitación siguiendo el compás del silencio, solo las sonrisas de ella rompían la calida atmósfera de silencio, los ojos de él la miraban con profundo deseo. Fue entonces que sus manos se inquietaron, para rozar su piel morbosa, de gran suavidad a su parecer, y aquella aroma de ella que él percibió, tan femenina, tan poética…
Y todo empezó a inundarse de sensaciones nuevas para ella. Ambos conjugando confianza e inspiración, inspiración que la llevo a ella a estrechar su sexo, de manera conducida, acariciando aquella piel, sus dedos lo recorren, hay fuego en su corazón, en la mente y las manos que acarician sin parar, percibe ella sensaciones al desliz de la su mano, sobre aquel viril ser.
Con mucha tibieza en el ambiente, y frescura entre el sentir de ambos, ella vio sus ojos cerrarse mientras de su mente fluía de básica inspiración un relato que lo enmudeció, mientras lo sentía temblar de espasmos de placer, comenzó a sentir como llegaba ese momento del clímax final, su esencia natural y calida fluyo entre las manos de ella, mientras veía a sus ojos abrirse y mirarla de forma especial, de quien aprobó una clase.
Así ambos terminaron su historia de una noche de verano, preguntándose si habrá otra historia por escribir, historias de deseo, aprendizaje e intensidad.